«Nombre al más grande de todos los inventores: el accidente»
Mark Twain
Parecería que la gente creativa tiene toda la suerte. Sir Alexander Fleming dejó caer un poco de pan enmohecido en un cultivo de bacterias y contaminó la mezcla. Maldiciendo su suerte, miró de todos modos la cápsula de Petri bajo el microscopio y vio dentro del mar de bacterias islas de zonas claras. Fleming descubrió que el moho evita el desarrollo bacterial. El moho fue la penicilina. Un golpe de suerte, pero Fleming estaba preparado.
Los individuos creativos parecen tener el don de estar en el lugar indicado a la hora indicada. Una nueva información llega al escritorio. El artículo del diario suministra la pista que faltaba. Un socio al que usted no ve desde hace diez años asiste a la conferencia y tiene los derechos para distribuir el producto que usted necesitaba. Las cosas simplemente salen.
Pensamos que este tipo de buena fortuna es como un rayo de suerte, incontrolable e imposible de prever. Pero, como dice la escritora Denise Shekerjian: «Una evaluación más exacta sería que una persona va a una ferretería, compra el mejor pararrayos que encuentra, sube al punto más alto de su techo, instala el aparato y luego se sienta pacientemente a esperar que se desate la tormenta».
La suerte llega a los que están buscando algo. Nunca subestime su valor. Piense ahora cuántas personas combinaron la suerte con una mirada atenta para desarrollar sus ideas:
La goma vulcanizada
Durante varios años Charles Goodyear buscó un uso industrial para el caucho. El problema era que se trataba de un material demasiado suave cuando se calentaba y demasiado frágil cuando estaba frío. Un día, por accidente derramó un poco de caucho sobre la cocina; se convirtió en una sustancia oscura y dura. La nueva goma era fuerte y dúctil al mismo tiempo, a muchas temperaturas. Goodyear descubrió el proceso de la vulcanización.
La sacarina
En 1879, el químico Constantin Fahlberg se raspó el labio en el laboratorio sin lavarse las manos. Lo sorprendió un gusto increíblemente dulce. Varios años más tarde, la sustancia se convirtió en un sustituto del azúcar.
Los rayos X
A fines del siglo pasado, el físico W. C. Roentgen dirigió una serie de experimentos utilizando tubos de rayos catódicos. Al lado había dejado una hoja de papel cubierta cubierta con una sustancia química llamada planicianido de bario para otro experimento. Para gran sorpresa de Roentgen, cada vez que encendía el tubo de rayos catódicos, el papel brillaba. Llegó así a descubrir el rayo X.
Electromagnetismo
Mientras hacía una demostración sobre el magnetismo frente a un curso, en 1819, Hans Christian Oersted pasó un cable entre los polos de un imán en forma de herradura. Notó que, cada vez que movía el cable, emitía corriente eléctríca. Oersted llegó así a demostrar la conexión entre la corriente eléctrica y el magnetismo, y finalmente allanó el camino para el desarrollo del motor y el generador eléctricos.
Nitrocelulosa
C. F. Schonbein, un inventor, estaba tratando de hacer una pólvora de fuego, más fuerte y a la vez más fácil de manejar. Mientras trabajaba en su cocina, derramó sin querer un poco de ácido nítrico y lo limpió con el delantal de su mujer. Minutos después, colgó el delantal sobre la cocina para que se secara, y se incendió (y casi quema la casa). El incidente desembocó luego en el descubrimiento de la nitrocelulosa, un sustituto de la pólvora para armas de fuego.
Estas historias revelan lo importante que es estar siempre atentos y abiertos a nuevas ideas. Pero hay miles de accidentes cada semana. ¿Cómo sabemos a cuál hacer caso? No siempre lo sabemos. Pero si confiamos en nuestra intuición y escuchamos los mensajes que trata de enviarnos, por lo menos estaremos abiertos a las posibilidades. Deje que ocurran algunos accidentes, présteles mucha atención, recoja las ideas útiles, y se convertirá en una persona más afortunada.
Tom Wujec, Mentalmanía