Muchas veces no estamos tan inspirados como desearíamos. Así que lo más inteligente que podemos hacer es cazar al vuelo las ideas cuando se nos ocurran. Si lo hacemos, podremos después utilizarlas para ilustrarnos y orientarnos cuando no estemos tan finos.
Esto implica atrapar esa idea (que podría serte útil) justo en el momento en que la tienes, porque tal vez no la tengas en una segunda ocasión (¿nunca has perdido una idea que te había parecido buena?).
Si estas en la playa y se te ocurre una nueva forma de colocar los muebles del salón o de aliviar un determinado proceso, conviene que la escribas tan pronto como puedas y consigas para ello rápidamente un bolígrafo y un papel.
Si estás conduciendo y piensas en algo realmente creativo que hacer, te sugiero que lo registres inmediatamente en un bloc o en una cinta grabadora.
El problema es que cuando tenemos esos pensamientos, no nos parece que debamos hacer nada con ellos, ni usarlos de ningún modo. Hay algo tan “obvio” en muchos de ellos que estamos convencidos de que nunca los olvidaremos y de que estarán siempre allí cuando los necesitemos.
Naturalmente dos minutos después, en cuanto nos ponemos a pensar en la siguiente cosa útil y positiva, que estamos seguros que nunca vamos a olvidar, ¡ya hemos olvidado la primera!
Cuando estamos en estados positivos de conciencia, parece como si el mundo fuera a seguir siempre así, de modo que no vemos necesidad de prepararnos para algo distinto.
Pero el hecho de que seamos capaces de ser ocurrentes, inteligentes e inspirados no significa que podamos serlo siempre. Por eso, es necesario que aprovechar las buenas ideas.
Así pues, cuando estés inspirado, trata de sacar el máximo partido de ello. Desarrolla el hábito y encuentra las herramientas necesarias para atrapar los regalos (esas ideas estupendas) cuando aparezcan. Luego ya tendrás tiempo de comprobar si eran tan estupendas como pensabas… (eso ya es otra cosa).
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